Muchos navegadores alternativos te ayudarán a realizar el cambio de uno a otro de la manera más sencilla posible. En el caso de Opera se puede transferir los favoritos y las URL guardadas con anterioridad. Firefox permite importar lo mismo más el historial de navegación, contraseñas, cookies, opciones y otros datos. Esto funciona para la mayoría de los navegadores. Por ejemplo, si cambias de Internet Explorer a Netscape y decides después cambiar a Opera, puedes mover toda la información de programa a programa sin tener que recuperar o hacer largos y tediosos cambios de configuración.
Para usar otro navegador, no tienes que desinstalar Internet Explorer. De hecho, es mejor dejarlo instalado en el disco duro. No solo es el hecho de que el navegador de Windows es difícil de desinstalar, sino que puede que lo tengas que utilizar en el futuro. Yo por ejemplo, utilizo Internet Explorer y Firefox de un modo conjunto sacando provecho de lo mejor de los dos y dependiendo de lo que esté haciendo. También existe el factor de que hay sitios Web que solo funcionan con el Explorer. Por todo esto, alterna el uso de los navegadores según vayas viendo las utilidades de cada uno.
Cuando empiezas una sesión con el navegador recién instalado, te será preguntado si quieres utilizar el nuevo software como el navegador de Internet por defecto. El navegador que esté por defecto será el que se inicie cuando hagas clic en un enlace Web o fichero HTML. La mayoría te lo seguirá preguntando cada vez que abras una sesión, pero lo puedes deshabilitar seleccionando un ventana con un texto para que no lo vuelva a preguntar. De todos modos, en el menú ‘opciones’ están todas configuraciones necesarias para hacer los cambios pertinentes incluyendo la selección del navegador por defecto.
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